miércoles, 19 de octubre de 2016

LAS MAKIS Y BASILIO



Debajo de la tierra vive un Dios… dicen los que trabajan dentro de la tierra, en el corazón de la montaña.
Basilio baja todos los días, se interna, se desliza, se esconde del sol para seguir sobreviviendo. Basilio, y sus catorce años,  saben bien la historia de la montaña que come hombres vivos, por eso decidió buscar ayuda para que la montaña no se lo coma.

En la entrada de la mina, Dios en un crucifijo. Pero él sabía que debía buscar ayuda dentro de la montaña, alguien que conociera sus entrañas de verdad, alguien que hubiera nacido en ella. Cada vez que entraba, recorría túneles, venas, senderos en los que su metro veinte rozaba el cielo de piedra, y pensaba cómo haría para encontrar a ese ser que había nacido allí. ¿Cómo lo encontraría? ¿Donde buscarlo?

Una tarde, los túneles lo llevaron tan abajo que el fuego de las entrañas podía sentirse fuerte y creyó que la piel iba a incendiársele, y entonces apareció ante él.
Ahí estaba el Tío, parado sobre sus dos patas de cabra, con su cuerpo semi-humano, semi-Dios, y mirándolo con sus inmensos ojos de brasa encendida.
Basilio, no tuvo miedo, lo miró a los ojos, como nunca imaginó que podría hacerlo, y quizás fue eso lo que hizo que el Tío le preguntara qué quería, para qué lo estaba buscando. El pequeño hombrecito no dudó, le dijo que quería vivir, y que seguiría bajando todos los días, pero le pedía que a él no se lo tragara.  El Tío se rió tan fuerte que la montaña tembló; todos los hombres corrieron escapándose, pero Basilio se quedó inmóvil, delante del Dios-demonio sin bajarle la mirada.

El Tío hizo la propuesta.

Sabes que en Carnaval es el único día que yo salgo de la mina y bailo con ustedes en el pueblo, por eso ustedes no entran a la mina, así que la prueba que deberás pasar para no morir aquí dentro y llevarte la piedra más brillante que encuentres, será la de entrar ese día, sólo, sin mi ayuda, sin la compañía de nadie, ni dioses, ni humanos.
Basilio respiró profundo, eso era pedir demasiado.
Y el Tío volvió a preguntar…

-     Aceptas??

El joven hombrecito, agachó la cabeza y dejó caer de sus labios un sí que retumbó entre las piedras, como un terremoto silencioso; eso sí era valentía, pensó el Tío, sin confesárselo.
Era tal el tesón, las ganas de vivir, y la osadía de ese Basilio, que el mismito Tío y sin intermediarios, se ocupó que llegada la gran fiesta de Carnaval, la montaña durmiera serena.

La emborrachó de sueños… de sueños, de que aún era la de los inicios, que no tenía  túneles, ni socavones, ni vetas que explorar, porque toda la plata estaba dentro de ella, y así la montaña se meció en su sueño y no escuchó los pequeños pies de Basilio, cuando ese febrero, se internó en ella, la acarició con sus manitos a medida que entraba. Y la montaña se sintió amada por un pequeño ángel…  y el Tío pensó que él también podía tener un ejército de ángeles diferentes… un ejército de Basilios que por fin le ayudaran a entender a los adultos humanos, que la tierra es del Dios Tío, del Dios del cielo, del que está en la cruz, del que está en el agua… el que vive en el corazón de Basilio.

Y Basilio sigue intentando sonreír, creyendo que el Tío Dios le dará un día la vida que soñó.

m a r i a f e r n a n d a g u t i e r r e z







Hace algún tiempo y luego de conocer la historia de Basilio, imaginé la historia de otros seres que pudieran vivir en las entrañas de la tierra o en los picos más altos de nuestra bella Cordillera. Más adelante, Colombia, México, Guatemala, Chile, me fueron contando tantas historias, que no pude evitar llegar a imaginar este mundo maki, que se cuenta a través de esta maravillosa historia, llena de magia, de rituales, de semillas, de flores, de vidas reales y las que pude evocar...

Las MAKIS, es un espectáculo de narración oral y teatro de objetos inspirado en esta mirada latinoamericana que se cuenta al silenciarse y observar rostros curtidos, pies descalzos, manos generosas, miradas serenas, palabras silentes...y poesía de las entrañas.




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